Elogios: Costumbre de Muchos Neoyorquinos

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Y debo decir que no sólo en Nueva York. De igual manera, en otras ciudades de Estados Unidos, la gente tiene por costumbre decirte algo bonito, aún sin conocerte. Pero aquí en Nueva York puede parecerte un poco raro, tomando en cuenta el gentío que va de un lado al otro, y la rapidez con que se mueve esta ciudad.

Para nosotros, los hispanos, nos sorprende cuando de buenas a primeras se nos acerca alguien, un total desconocido(a), sólo para decirnos, llenos de admiración, que le gusta algo de nosotros: ropa, accesorios, cabello ¡lo que sea!

Ayer les compartía en el facebook de Turismo NY, una frase de Madonna (cuando dijo algo referente al tema de hoy). «Extraño Nueva York. Me encanta la manera en que la gente te habla por la calle. Te agarran y te dicen lo que piensan de tu chaqueta», decía la cantante, refiriendo esa costumbre que tienen muchos neoyorquinos. Eso es lo que sucede muy a menudo aquí. Y hay que reconocer que se siente bien, que un elogio de la nada puede tener un efecto muy positivo en nuestro estado de ánimo para el resto del día. Es una sensación de bienestar.

Ofrecer un elogio merecido es una bonita costumbre, que bien vale la pena imitar en nuestra vida diaria con los demás, con todos aquellos que nos rodean, conocidos y desconocidos.

Muchas veces vemos algo que nos gusta de alguien -hombres o mujeres- y nos quedamos sólo admirando y no decimos nada, guardamos silencio. Es allí, en esos momentos, cuando debemos expresar nuestra impresión, decir por ejemplo: Qué lindos tus zapatos, me encanta tu cabello, qué rico tu perfume ¡me fascina! qué voz tan interesante, y un largo etcétera de cumplidos que seguro encontrarás para decir. Y esto aplica para todos, pues siempre lo asociamos con las mujeres y no debe ser así.

Los hombres también necesitan de ese halago, de esa muestra de admiración. Elogiarles su colonia, una camisa, un color que les favorece mucho, tantas cosas, materiales o espirituales, surte finalmente un efecto positivo en aquel que lo recibe.

Ofrecer un elogio no tiene por qué ser malinterpretado, todo depende de la forma en que se haga. Supone decir aquello que a nosotros nos agradaría escuchar.

Tanto daño hace el exceso de elogios, como la ausencia de ellos.

No se trata de ir por la vida elogiando una y otra vez, incluso sin sentir lo que decimos, sólo para caer bien. ¡No! Eso sería más bien perjudicial.

El exceso de elogios hacia una misma persona no es recomendable, es dañino, pero no recibirlos nunca, es igualmente perjudicial. Nada más frágil que nuestro ego. Los seres humanos necesitamos, de vez en cuando, esa dulce y suave caricia que supone una palabra afectuosa.

Así como una sonrisa y un buen trato de alguien desconocido puede salvar una vida, así mismo, e igual de impactante, puede serlo un cumplido, breve, sincero y espontáneo. No cuesta nada y vale tanto que ¡no tiene precio!

Cuando vengas a Nueva York, no te sorprendas si de pronto se te acerca alguien, y lleno de admiración te mira de arriba a abajo y te dice lo linda que estás, y que le encanta tu cartera o tus accesorios, o, si eres hombre,  la gorra que llevas puesta, o tu chaqueta, como dice Madonna. Si no estás acostumbrado(a) a este tipo de asaltos personales, no te incomodes, disfrútalo y cópialo más adelante.

A partir de hoy pongamos en práctica el arte de los elogios. ¿Te animas?

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