Una publicación referente a una joven, estudiante de la Universidad de Nueva York (NYU), que asegura tener dos años sin generar basura, ha generado a su vez toda una conmoción en las redes sociales. Al menos eso parece.
La reacción a sus declaraciones no se hizo esperar. La gran mayoría de los comentaristas simple y sencillamente no lo creen posible.
Por ello, hoy hago un pequeño paréntesis para escribir acerca de algo que va más allá de simplemente viajar y, en este caso, hacer turismo en Nueva York.
El tema de la conservación y buen cuidado de la naturaleza y nuestro entorno ha de ser interés para todos.
En lo personal intento poner de mi parte con todas mis ganas, consciente de mis fallas, pero procurando siempre corregirlas. Siento que es lo menos que puedo, debo y tengo que hacer por mi hogar llamado Tierra. El único que tengo. Y hacer mi mejor intento es algo que quiero hacer. Nace en mi corazón, ésa es mi elección.
No cuestiono la incredulidad de los comentaristas que aseguran es imposible vivir sin generar basura, de hecho, creo que lograrlo al cien por cien resulta casi imposible, pues de una u otra manera demandamos mucho para nuestro diario vivir.
Sin embargo, soy una firme creyente de que sí es posible minimizar al máximo la producción de basura que generamos todos, en la medida en que todos nos lo propongamos. Quién sabe, quizá descubramos que sí es posible vivir sin generar basura 🙂
Las afirmaciones de la joven son creíbles, aunque nos parezcan extremas. Afortunadamente no es la única, son muchos los que apuestan por un mundo con menos desperdicios. He visto en restaurantes personas llevar sus propios recipientes donde guardar sus órdenes. Si todos actuáramos así, marcaríamos la diferencia. La dificultad de ese logro consiste en saber cuán dispuestos estaríamos a hacerlo.
Nueva York no es perfecta
Ninguna ciudad lo es, y Nueva York no es la excepción. Es más, dista de serlo. Pero si hay algo que admirarle a esta hermosa ciudad, es el empeño de las autoridades, a lo largo de su historia, por hacer de ella lo mejor de lo mejor logrando así la opinión, casi general, de ser una de las mejores ciudades del mundo.
En el tema de la basura, de alguna manera merece un aplauso, pues de haber indiferencia en este aspecto, sería una absoluta calamidad.
Nueva York es una de las ciudades más pobladas y visitadas del mundo. Si con frecuencia decimos -por que es cierto- que en sus calles es difícil caminar debido a la multitud extrema que se desplaza, cuan larga y ancha es la isla de Manhattan, es de comprenderse entonces que la generación de desechos no se hará esperar.
Con frecuencia puedes ver en las esquinas y aceras bolsas gigantes de basura, muchas clasificadas con cartón, plástico, vidrio y otros productos. Son muchos los hoteles, almacenes y restaurantes, siempre ocupados, que inevitablemente generan desechos a un nivel alarmante. ¡Son millones y millones de consumidores!
Sin embargo, a pesar de tantos millones de almas consumiendo tantas bellezas y delicias que la ciudad les tiene deparada para su disfrute, las calles lucen limpias y ordenadas la mayor parte del tiempo. Abundan los recipientes para depositar los desechos por categoría.
No obstante, esto no suele ocurrir en todas partes…
La basura: un tema del que nadie quiere saber
Lastimosamente así es. No son todos los países y ciudades cuyas autoridades parezcan, no digamos preocupados, sino ocupados en este asunto. Saben la importancia del mismo, pero al final parecen ignorarlo y las consecuencias tristemente son visibles para propios y extraños. Los residentes viven en una eterna disconformidad y los turistas se llevan una pésima impresión, especialmente cuando provienen de ciudades muy limpias y ordenadas.
Pero ¿dónde queda nuestra responsabilidad en todo esto?
Aquí es donde muchos de nosotros fallamos. Nuestra educación respecto a la conservación del medio ambiente, que incluye muchos factores, es insuficiente.
Sin embargo, la información masiva de los medios informativos nos alerta de los cambios y peligros a los que está expuesto nuestro planeta. Con frecuencia nos hacen un llamado a fijar nuestra atención en lo que hacemos y cómo nuestra conducta puede favorecer o perjudicar nuestro entorno.
Activistas de organizaciones y grupos ambientalistas alzan su voz, y por poco que parezca su esfuerzo finalmente va calando en positivo.
Como resultado somos muchos los que intentamos hacer los correctivos necesarios, cambiando patrones y conductas equivocados. Es entonces cuando surge la esperanza de que sí es posible. Será una lucha lenta y extenuante, pero con resultados significativos al final del camino.
No se trata solamente de la responsabilidad que tienen las autoridades frente al tema. Esto es mucho más amplio y abarcador. Esto nos compete a todos sin excepción.
No podemos cambiar el mundo, no podemos cambiar la actitud y el proceder de los demás, pero sí podemos cambiar nosotros mismos.
Está en nuestras manos la posibilidad de forjar cambios positivos y contribuir a la conservación de nuestro entorno. Esto no sólo es posible y alcanzable, esto es algo que podemos empezar a hacer hoy mismo. ¡Ya!
Productos recomendables
Vidrio
Siempre es reciclable y no atenta contra nuestra salud, como lo puede ser el uso del plástico, especialmente cuando es utilizado en el microondas.
La amenaza del plástico está presente, incluso, en las botellas de agua. Y ya que te menciono el agua, debes saber, si vienes a Nueva York, que puedes tomar agua de la ciudad con toda confianza, pues es considerada, por mucho, como mejor y más pura que el agua de las botellas. (Tema pendiente para una próxima publicación).
Otro detalle a contemplar, es la reutilización de los envases de vidrio. En vez de tirarlos a la basura, bien puedes guardarlos para reservar alimentos frescos que quedan al final del día.
Las mentes creativas que gustan de la artesanía logran verdaderas bellezas con todo lo que encuentran. Muchos jugos, aceites y mermeladas, entre otros productos, vienen en recipientes de vidrio, cuyo diseño es precioso e invita a su conservación.
Hacerlo no significa vivir feo. Al contrario, la cristalería siempre luce más fina y bonita que cualquier cosa nueva de plástico. Estos son recomendables sólo para los chiquitines, ancianos y discapacitados, por su seguridad.
Bolsas de tela y no de plástico
Aquí en Nueva York ya se viene hablando de la posibilidad de pagar por cada bolsa plástica que usemos para empacar nuestras compras.
Aunque no son la mayoría, sí he visto a muchas personas llevar sus bolsas de tela para guardar sus artículos.
En lo personal, reutilizo las bolsas que me dan en el supermercado por mis compras. En vez de botarlas por montones las llevo al supermercado cuando voy a comprar, y así reduzco su consumo. También las utilizo para sacar los desechos. Desde hace años no compro bolsas gigantes para este fin. No será mucho mi esfuerzo, pero algo es algo. Sé que puedo mejorar esto y seguro que lo intentaré. Me regalaré un buen par de bolsas de tela para hacer mis compras.
Ojalá pueda decir un día que no genero nada de basura, como afirma la joven estudiante de Nueva York, disto mucho de estar a ese nivel de conservación. Meditaré aún más acerca de esto.
Muebles y ropa de segunda mano
Con esta propuesta muchos pegarían el grito en el cielo. ¿Yo? ¡Por favor! Es que seguro se nos cae la corona. Pero sí que tiene lógica.
He leído de actrices activistas por esta causa, que optan por amueblar sus propiedades con muebles de segunda mano. Y aunque a muchos no les parezca, lo cierto es que en esos casos, suelen ser verdaderos muebles de madera y no esos prefabricados de cartón, que además de muy costosos no duran nada. Como digo yo, no son heredables, pues tienen un tiempo de durabilidad mínimo. Claro que los hay nuevos y de madera total, pero no es sólo el alto precio que tienen, sino la demanda de la madera que implica el derribo de muchos árboles y su consecuente daño a la naturaleza.
Por lo tanto, ésta es una magnífica opción. A mayor compra de muebles, mayor tala de árboles y mayor peligro de extinción de algunas especies, cuánto más grave la situación cuando se trata de especies endémicas. El daño al equilibrio ecológico es ¡inconmensurable! Una vez hecho, no existe gobierno ni poder económico que lo pueda reparar. El daño es irreversible.
En el caso de la ropa, pasa igual.
La joven, que asegura no generar basura, admite que compra ropa de segunda mano. Esto, además de ser económico y contribuir a la causa, ciertamente es una decisión inteligente.
Siendo joven y viviendo en pleno Nueva York, donde la moda y cultura del consumo está a la orden del día, pues nada más abrir la puerta donde vives y ya es fuga de dinero, su actitud la convierte en alguien admirable. En otra publicación escribiré algo más acerca de esto.
Productos que no debemos consumir
Plástico, aluminio y foam
Son productos letales para nuestro ambiente, por lo cual debemos evitar, en lo posible, su consumo. No son biodegradables, pueden pasar décadas y hasta cientos de años en desaparecer.
Un mal manejo de estos productos como desechos derivará en una contaminación brutal. Entonces, si lo sabemos ¿por qué los consumimos?…
Otra costumbre que debemos adoptar es la de entregar nuestros regalos sin envolver. Una vez nos demos a conocer por ello, nadie se extrañará por recibirlos tal cual. El desperdicio de papel y lazos para adornar cada regalo es incalculable.
No desperdiciar los alimentos
Por todos es bien sabido la crisis alimentaria que azota al mundo.
Ante esta realidad, cuánto mayor nuestro deber y responsabilidad en evitar el desperdicio innecesario de los sagrados alimentos.
Como padres tenemos el deber de crear en nuestros hijos mentes conscientes, analíticas y críticas de un aspecto muy sensitivo en nuestras vidas.
Existen países donde la hambruna es total. A diario mueren miles de personas, entre ellos niños, a causa del hambre. No podemos vivir en contraste con esta realidad y un consumo irresponsable, desperdiciando tantos alimentos como si se tratase de algo sin valor.
Para que los alimentos lleguen a nuestras manos, se ha requerido todo un proceso que va desde trabajar la tierra, a las manos que la trabajan, factor humano, las maquinarias, la cosecha, el transporte y combustible para distribuirlos en distintos lugares del país y del mundo, la energía eléctrica, más un largo etcétera que implica facilitarnos el acceso a una buena y sana alimentación.
Por lo tanto, un profundo sentido de respeto hacia los sagrados alimentos debe anidarse dentro de nosotros y reflejarse en nuestro comportamiento cuando estamos frente a ellos. No se trata sólo de tener dinero para pagarlos y pensar que es un asunto sólo nuestro. No es tan simple como parece.
Algo similar sucede con el agua. No importa que seas rico y la puedas pagar, es que es poca el agua potable en el mundo ¡hay que cuidarla! No se trata de dinero, se trata de que un día no vamos a tener ni agua ni alimentos si persistimos en esa actitud de indolencia. De eso se trata.
Obviamente esto da para muchas páginas, y no es mi intención agobiarte, sólo tocar someramente el tema como un llamado a la reflexión.
Recordemos
A mayor consumo, mayor demanda y, como consecuencia lógica, mayor generación de basura y agresión contra la naturaleza.
Está en nuestras manos elegir nuestro rol: ¿agresor, o defensor y protector? ¿Qué eliges?
A sólo horas de culminar el año, sumemos esta intención a nuestra gran lista de propósitos para el Año Nuevo: cuidar nuestro mundo. ¿Te sumas a la causa?
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